Revista LDNM
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26.LDNM - Oct-Dic 2007 - Música
La Banda Trapera del Río. Con punk las penas son menos.
Víctor Lenore
La Banda Trapera del Río fue lo más cercano que tuvimos a unos pioneros del punk, aunque su aire cutre (por barrial y proletario) asegura que nunca vayan a ser reivindicados por las revistas cool o los catálogos de tendencias.
Su rock de ciudad dormitorio fue la semilla de muchas cosas, desde el rock radical vasco al orgullo callejero de Estopa. El libro Escupidos de la boca de Dios (Distrolux, 2007), recientemente publicado, repasa la historia del legendario grupo de Cornellá. LDNM ha hablado con Morfi, cantante de “La Trapera”.
Hoy la vida de Miguel Ángel Sánchez –cantante de la banda, alias Morfi Grey– ha cambiado bastante. “Tengo la típica casita con jardín. Mi mujer es familia de los Jijona y trabajo en la fábrica de turrones, helados y horchata que tienen en Granollers”. Se muestra un poco avergonzado de no estar al día de la agenda cultural. “Leer no puedo porque tengo dos críos y eso me impide concentrarme. La última película que vi fue Ratónpolis, así que ya te puedes imaginar”.
De hecho, hasta parece preocupado por la juventud del país. “Bueno, sí , en el libro digo alguna frase que puede parecer injusta. No es verdad que hoy los chavales sólo se rebelan cuando no les compran una Playstation. Lo que quería decir es que ahora les damos a los críos los regalos antes de que los pidan. Creo que eso tendrá consecuencias en su carácter”.
Cuando acabamos de hablar, se vuelve a disculpar “por ser poco interesante”. No tenía por qué. Diría que contestó con bastante gracia.Un libro y un recopilatorio son momentos para hacer balance.
¿Qué crees que fue lo más valioso y lo más prescindible de La Banda Trapera del Río?
El grupo fue una especie de grito inconsciente, pero los primeros discos de cualquiera siempre tienen algo especial, supongo que precisamente esa inconsciencia. Mis canciones favoritas son del primero “Curriqui de barrio” y “Ciutat podrida”. También me gusta una tardía del Mentemblanco (1994) que es una historia real. Se titula “Yonqui Palace” y habla de la unidad de desintoxicación del Hospital San Pablo.
En cierta época fue a parar por ahí Johnny Thunders (New York Dolls). Me enteré por mi amigo Miguel Real de Asúa, de las bodegas Cune. Es un hospital público, pero también se puede ir por lo privado: los pijos que van allí a curarse lo llaman Yonqui Palace. Es todo confort.
Jaime Gonzalo te compara en el libro con Johnny Boy, el tarado que interpretaba De Niro en Malas calles.
Qué simpático es Jaime...
Bueno, te compara pero dice que tú eras más listo. ¿Cuáles eran tus iconos cinematográficos y musicales?
A mí lo que me gustaban eran los Beatles, Chuck Berry, el glam. Íbamos a una discoteca de barrio y tuvimos la suerte de que el discjockey pinchaba a los Stooges. A final de los setenta hubo un revival muy fuerte de los Who y me hacía gracia la locura de Keith Moon.
En el libro explicas que a veces ibais de empalmada, borrachos o drogados, a la boca del metro a reíros de los obreros que madrugaban para ir a trabajar.
Sí, es verdad, pasábamos el tiempo inventando tonterías de estas. Ahí tuve un chasco importantísimo. En pleno viaje de LSD me acerqué al metro y vi a mi padre. Sentí vergüenza ajena porque me di cuenta de que me estaba riendo de mí mismo. Son cosas muy nihilistas.
La verdad es que reírte de los obreros no casa mucho con tu militancia comunista.
Bueno, eran más bien simpatías, pero era sólo yo. Nos invitaban a tocar a una fiesta del PCE y podía aparecer otro del grupo vistiendo cruces gamadas y metiéndose con las feministas.
En el prólogo del libro, Diego Manrique dice que Estopa, que son de vuestro barrio, han sabido evitar todas las trampas en las que cayó La Trapera.
Puede ser, tú. A Estopa no los conozco, debían de tener dos o tres años cuado estábamos en pleno apogeo. Ellos tienen una cosa a favor importantísima: en España cualquier cosa que tenga una raíz flamenca tiene un cincuenta por ciento ganado. Si encima haces letras simpáticas, geniales y divertidas, pues ya lo tienes todo. Les enseñó a tocar Rockhita, que fue guitarrista nuestro, aunque nunca tuvo un papel muy relevante en el grupo. Cuando empezó a salir Estopa en Cornellá estaba hecha ya la limpieza salvaje de camellos y atracadores de poca monta.
¿Rockhita fue el que acabó siendo policía?
Sí, pero ya estaba fuera de la banda. Es divertido porque su viuda, Laura, era policía secreta.
¿Cómo es posible estar en La Trapera y acabar en la policía?
Recuerdo que, cuando éramos pequeños, nos llevó una vez a su casa. Lo primero que hizo el padre al vernos fue señalar una estaca que tenía colgada en la pared. Nos dijo: “Mirad: con esto le pego a mi hijo”. Ostia, a lo mejor tiene que ver con eso. No sé.
En una ocasión hicisteis campaña para la alcaldía de Cornellá.
Fue un amago. Cada año celebrábamos el cumpleaños de la banda con un autohomenaje por resistir juntos. Este sería el segundo o tercero. Era una parafernalia, pero ni siquiera intentamos lo de las firmas. Sólo desfilamos en coche descapotable con capas de rey y coronas. Delante iban todas las motos robadas y trucadas del barrio haciendo de séquito con los travestis. Estábamos todo el tiempo pensando en tonterías así . También montamos una presentación en la primera sex shop del Barrio Chino de Barcelona.
Lo que más me ha impresionado del libro es que siendo unos críos hicierais varios kilómetros en autoestop para ir al local de ensayo. ¿Cuánto tiempo duró eso?
Pues un año entero. Íbamos y volvíamos hasta Viladecans. Aún no estaba Modesto (Agriarte, guitarrista). Con tal de tener un guitarra capaz de tocar “La regla” o una versión de Teen Tops nos íbamos a un pueblo que estaba a cuatro del nuestro. Como no había transporte público, la gente nos llevaba. Tardábamos una hora o así. A la vuelta del ensayo era de noche y costaba más. La gente nos cogía tranquila porque teníamos dieciséis años.
Eskorbuto os han reivindicado como influencia. ¿Ves vuestra huella en algún grupo actual?
Bueno, no sé... No soy yo el que lo tengo que decir. En el País Vasco siempre nos trataron muy bien. Uno de nuestros mejores conciertos fue allí en un pabellón, en 1979. Podríamos haber explotado cuando el ayuntamiento de Bilbao nos pagó para tocar en la Semana Grande. El problema es que esa tarde se puso a llover y tuvieron que suspenderlo.
¿Te arrepientes de algo en la historia del grupo?
Quizá podríamos haber llegado a tener algún número uno en Los 40 Principales. Pero también me gusta ser una leyenda negra, el haber sido un desastre. Creo que si nos hubiéramos hecho millonarios habríamos acabado todos fatal.
El grupo en cinco datos
- Estuvieron activos desde 1976 a 1982. En 1992, con motivo de la reedición de sus dos primeros elepés, se volvieron a juntar. Grabaron dos discos más y volvieron a separarse en 1996. La mejor forma de sumergirse en su repertorio es el disco-libro Grabaciones completas (Munster, 2006).
- Aunque se les considera precursores del punk en España, ellos se desmarcaban del término, como queda claro en las entrevistas de la época: “Nosotros no somos punk. Eso va con otra sociedad, con otro mundo, no queremos ser una ferretería ambulante. Nuestra historia es la de la gente de Viladecans, de Sant Boi, de Cornellá, de Bellvitge, que es donde vivimos y trabajamos. Si nos va la música es para ir de lo más sublime a lo más asqueroso, desde tener un ligue increíble a tener que hacerte una paja”. Pues eso.
- El 10 de marzo de 1978 tocaron en el festival Broncorock en la Casa de Campo de Madrid. Así lo cuenta el batería Rafa Pulido: “Nada más llegar vimos como las pandas de Vallecas daban una paliza a uno de los organizadores. Habían reventado las vallas y se habían colado por la cara. A los de Lone Star les habían robado la batería. No había dinero para pagar a los grupos y los guantazos iban y venían. Ya que estábamos allí decidimos tocar. Dimos un conciertazo. Al acabar subió un menda al escenario, cogió el micro y obligó a todo el mundo a aportar algo de pasta. ¡Nos dieron 76.000 pelas en monedas! Además nos cargaron la furgoneta y nos metieron micros que no eran nuestros”.
- En esa época, el presentador Ángel Casas escribía esto sobre el grupo en su columna “Mundo pop”: “Hacen canciones que no presentaría Uribarri en Aplauso. Son sin duda las más viscerales canciones de denuncia que se hayan compuesto y cantado aquí. Sirven para dar testimonio de una juventud cloaquera dispuesta a no ocultar su basura, sino a echarla a la cara”.
- Dos momentos macarras recordados por el bajista, Jordi Subidas: “Estábamos en casa de Morfi, éramos trece personas y Javi quiso hacer rayas para todos. Le pidió un espejo a Morfi. Este se fue a su habitación , desencajó la puerta e un armario ropero y volvió a la sala”. La segunda: en su reaparición a mediados de los noventa tocaron en el bar Amordiscos de Vigo usando como escenario dos mesas de billar juntadas para la ocasión.
1 comentarios a La Banda Trapera del Río. Con punk las penas son menos.
1. «Saludos traperos!»
Dicho por Curriqui de Barrio el Wed 12-03-2008 13:45 (UTC)
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